Ahí es donde entramos de lleno en los hechos contemporáneos, cuando florece la solidaridad del pueblo catalán frente al abuso de un país indefenso. Esta solidaridad se articuló de la mano de Pascual Maragal bajo la premisa "mientras los políticos no se ponen de acuerdo, miles de personas están indignadas", nombrando Sarajevo Distrito 11 de Barcelona. En esos casi cuatro años de contienda, más de 2.000 víctimas de la guerra recalaron en Catalunya sin generarse polémicas egoístas como con el enconado debate que hoy sobrevuela la oleada de refugiados sirios. El éxito fue absoluto. Y no solo en alojamiento. Los pabellones se llenaron de ayuda humanitaria y las cuentas corrientes que rebosaron generosidad de los catalanes. Mientras tanto, los ayuntamientos les empadronaban, lo que les daba derecho a la educación y la sanidad. Nunca nadie se preguntó si había dinero del Estado para pagar todo aquello, se hicieron cargo los consistorios, las ONGs y los particulares que echaron una mano.